viernes, 27 de junio de 2014

CONTROL MOTOR Y EL “CORE” EN DOLOR LUMBAR Y PÉLVICO



ACTUALIZACIONES SOBRE EL CONTROL MOTOR Y EL “CORE” EN DOLOR LUMBAR Y PÉLVICO

ENTRENAMIENTO DEL CONTROL MOTOR
Asistimos a la Clase Magistral de Paul Hodges en Madrid, en la Universidad de Alcalá de Henares, a continuación intentamos plasmar un pequeño resumen de parte de su excelente exposición. Gracias al trabajo de investigación y divulgación de personas como Paul Hodges podemos avanzar en el conocimiento y beneficiar a nuestros pacientes en la práctica clínica.
DEFINICIÓN
El entrenamiento del control motor tiene como objetivo restaurar el control óptimo de la columna y la pelvis. Para ello, es necesario evaluar los patrones de activación muscular, la postura, el movimiento, la función sensorial y la coordinación de las múltiples funciones de los músculos del tronco. También, optimizar la carga en las estructuras de la columna y la pelvis, todo ello adaptado a los cambios específicos de cada individuo.
El mantenimiento del control óptimo de la columna y la pelvis, depende de un correcto equilibrio entre la rigidez, necesaria para mantener el alineamiento y el control de las fuerzas de cizallamiento, y el movimiento, necesario para realizar la función, la absorción o amortiguación de las fuerzas, transferencia de la carga y distribución de esta entre los segmentos adyacentes. Todo esto, se consigue gracias a la coordinación entre los músculos monoarticulares y poliarticulares, así como,  a través de la combinación de mecanismos como la tensión fascial y la presión de la cavidad abdominal y torácica. Teniendo en cuenta que tanto la disminución como el exceso de activación muscular, tensión fascial y presión son también contraproducentes.
Otro aspecto importante, es la correcta sincronización de los  tiempos de activación de todos estos mecanismos, es decir, que haya una correcta estabilización del núcleo lumbopélvico precedida a cualquier fuerza que pueda perturbar la columna. Para ello, necesitamos un adecuado tiempo de reacción ante algo inesperado, un buen comportamiento predictivo basado en la experiencia, y mantener una actividad tónica de la musculatura para estar preparado ante posibles alteraciones.
Un buen control motor, depende de un correcto funcionamiento de la musculatura  estabilizadora, de músculos como el transverso del abdomen, multífidos lumbares, diafragma y musculatura que conforma el suelo pélvico. Todos ellos tienen una actividad anticipatoria, independiente de la dirección de las fuerzas, y participan en el mantenimiento de una correcta presión intraabdominal.
Respecto a la biomecánica, el transverso del abdomen disminuye el movimiento intervertebral, aumenta la rigidez intersegmentaria y disminuye la flexibilidad de las articulaciones sacroilíacas. Los multífidos lumbares, por su parte,  incrementan la rigidez intersegmentaria y controlan las fuerzas de cizallamiento.
Otro aspecto a tener en cuenta, es la participación de estos músculos en otras funciones, como el  diafragma en la inspiración, el transverso abdominal en la espiración, y el suelo pélvico en el control de la presión de la uretra y la vejiga. Por lo tanto, tenemos que considerar patologías respiratorias, incontinencia, problemas de próstata… como aspectos que pueden perturbar el control motor.
Durante un proceso de dolor lumbar,  se van a producir cambios en el control motor, con alteraciones en la activación muscular, la postura, el movimiento y la función sensorial. Así como, en la coordinación de las funciones de los distintos grupos musculares que conforman el tronco. Los cambios en el control de la activación muscular  pueden comprometer  la función, como son actividad reducida, retardo en la actividad muscular, menor actividad tónica, aumento de la actividad muscular y reorganización del córtex motor;  y otros,  que pueden comprometer la estructura del músculo, como atrofia muscular e infiltración grasa. También, cambios en la postura,  como posturas pasivas en parte o en toda la columna o excesiva actividad muscular. Por último, cambios en la función sensorial como un input inexacto o una mal representación e integración central.
El dolor va a llevar consigo un comportamiento adaptativo protector, que aún siendo beneficioso a corto plazo, (nos permite preservar la función),  mantenido a largo plazo puede tener consecuencias perjudiciales, pues nos puede llevar  a una aceleración de los cambios estructurales y a más problemas. También a una reducción del movimiento,  lo cual es importante para la disipación de las fuerzas. A largo plazo,  se van a producir también cambios a nivel central con una disminución del área cortical destinado al control del transverso abdominal y un incremento del área destinado a los mecanismos de protección. La discriminación del control muscular entre músculos monoarticulares y poliarticulares está perdida.
Dentro del entrenamiento del control motor,  es importante no perder de vista la importancia de los aspectos biopsicosociales específicos de cada paciente, que pueden dar lugar a una amplificación,  persistencia e inapropiada adaptación motora más allá de lo necesario.
Para entrenar el control motor,  tenemos que hacer una correcta evaluación de los fallos que se producen en la postura y alineamiento de la columna, movimiento y activación muscular. A partir de aquí, un entrenamiento individualizado y específico para cada paciente, empezando por una optimización del control motor en progresión estática y en progresión dinámica, para acabar con una reeducación funcional específica que cumpla con los objetivos del paciente. Todo ello, sin perder de vista cuestiones como la respiración, la continencia y otros desórdenes que puedan afectar al suelo pélvico, regiones adyacentes, función sensorial, equilibrio, fuerza muscular y acondicionamiento físico, así como creencias y aptitudes.

Reitero nuestro agradecimiento,  a todas aquellas personas que con su esfuerzo diario y la divulgación que hacen de sus conocimientos nos ayudan a avanzar en nuestra profesión.

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